Apoyé la frente en la ventanilla salpicada de gotas y cerré los ojos. El frío del cristal no alivió mi dolor de cabeza.
Me marchaba para no volver.
Jamás.
El alma en jirones, el corazón roto.
"Estúpido", me dije "los corazones no se rompen. Sólo es una imagen manida, como hablar del cielo azul cobalto".
Miré el paisaje que volaba ante mis ojos. El gris de las nubes había dado paso a un deslumbrante cielo... azul cobalto.
Y supe que mi corazón sí estaba roto.
Y que, tras la lluvia, siempre sale el sol...
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